NADA QUE CELEBRAR
NADA QUE CELEBRAR
JUAN JOSE DELIBERTO
“En 1492, los nativos descubrieron que eran indios, descubrieron que vivían en América, descubrieron que estaban desnudos, descubrieron que existía el pecado, descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un dios de otro cielo, y que ese dios había inventado la culpa y el vestido, y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna y a la tierra y a la lluvia que la moja”. Eduardo Galeano Los hijos de los días (2012) |
11 DE OCTUBRE DE 1492: ÚLTIMO DÍA DE LIBERTAD EN LA AMÉRICA INDIA
Noches iluminadas con estrellas; amaneceres brillando con múltiples cantos de pájaros; labores? sólo para subsistir; y el resto del tiempo? para la alegría, la danza, la celebración a los dioses, etc. Libertad?: no existía esa palabra, sólo se vivía; Armonía?: con todo lo existente; Guerra? Cuando era necesario.
Así transcurría la existencia de miles y miles de pueblos en las montañas, valles, selvas y
bosques. Hasta que fueron
ocultados, perseguidos y muchos eliminados por el poder blanco y sus
escribientes de la historia oficial de
los vencedores.
Todo culminó en la América India el 11 de Octubre de 1492.
Tal como expresa la brillante introducción a la obra musical Taki Ongoy del Trovador Víctor Heredia [1]: “Hubo un tiempo en el que todo era bueno; un tiempo feliz en el que nuestros dioses velaban por nosotros. No había enfermedad entonces, no había pecado entonces, no había dolores de huesos, no había fiebres, no había viruela, no había ardor de pecho, no había enflaquecimiento. Sanos vivíamos. Nuestros cuerpos estaban entonces rectamente erguidos. Pero ese tiempo acabó, desde que ellos llegaron con su odio pestilente y su nuevo dios y sus horrorosos perros cazadores, sus sanguinarios perros de guerra de ojos extrañamente amarillos, sus perros asesinos. Bajaron de sus barcos de hierro; sus cuerpos envueltos por todas partes y sus caras blancas y el cabello amarillo y la ambición y el engaño y la traición y nuestro dolor de siglos reflejado en sus ojos inquietos. Nada quedó en pie; todo lo arrasaron, lo quemaron, lo aplastaron, lo torturaron, lo mataron. Cincuenta y seis millones de los nuestros, cincuenta y seis millones de hermanos indios esperan desde su oscura muerte, desde su espantoso genocidio, que la pequeña luz que aún arde todavía como ejemplo de lo que fueron algunas de las grandes culturas del mundo, se propague y arda en una llama enorme y alumbre por fin nuestra verdadera identidad. Y de ser así, que se sepa la verdad, la terrible verdad de cómo mataron y esclavizaron a un continente entero para saquear la plata y el oro y la tierra. De cómo nos quitaron hasta las lenguas, el idioma, y cambiaron nuestros dioses atemorizándonos con horribles castigos, como si pudiera haber castigo mayor que el de haberlos confundido con nuestros propios dioses y dejado que entraran en nuestra casa y templos y valles y montañas. Pero no nos han vencido. Hoy, al igual que ayer, todavía peleamos por nuestra libertad”.
La conquista y su consecuente invasión comienza en estas tierras con la aplicación de nuevas tecnologías del sometimiento y la dominación (Instituciones[2] y armas de guerra[3]), tal como lo expresa claramente Gómez Nadal (2017) en su investigación sobre la historia del racismo en América Latina, dice: “Recordemos que el capitalismo, heredero de todo tipo de dominación, configura un sistema donde el capital subordina a la naturaleza y a la humanidad. Los múltiples procesos imperiales plasmaron en la práctica el cumplimiento de ese mandato de dominación del capital. Cristóbal Colón en su histórico viaje, en 1492, buscaba recursos naturales, especialmente especerías, seda, piedras preciosas y sobre todo oro. Al viaje de Colón le siguieron la conquista y la colonización. Con ellas, en nombre del poder imperial y la fe – propios del naciente capitalismo europeo -, empezó una explotación inmisericorde de recursos naturales y un genocidio de muchas poblaciones nativas. Luego llegaría la incorporación de la fuerza de trabajo esclava en extremo barata”.
La colonización material y espiritual se insertó en los cuerpos dóciles explotando al máximo su fuerza de trabajo y succionando sus energías vitales para descartar luego cuerpos tristes y agotados. Esta nueva forma de producción se relaciona directamente con el saqueo de todos los recursos naturales disponibles.
Esta cosmovisión se ha hecho parte de nuestra composición humana.
Este es el gran triunfo de la Colonización capitalista en el planeta.
Comparto una sencilla analogía.
En cualquier civilización los dispositivos tecnológicos siempre han significado un avance extraordinario en el campo del conocimiento y el desarrollo técnico. Hoy, por ejemplo nos permiten conocer, producir más y mejorar nuestra calidad de vida en muchos aspectos. Pero también nos crea una fuerte dependencia en todos los espacio de la vida cotidiana[4]. Esta situación no permite más “tiempo” para nosotros y hacer lo que nos plazca. Sólo estamos más alienados por el trabajo (quienes todavía lo tienen) por los problemas y por la necesidad creada de consumir cada vez más creyendo que es la salvación para una mejor vida, pero la realidad de las grandes mayorías indica que estamos más empobrecidos y encerrados en nuestros mundos artificiales.
Ahora regresemos al siglo XVI en América en relación a la tecnología, por ejemplo: los indios Guayakíes de la selva paraguaya, siempre utilizaron hachas de piedra para los distintos menesteres de la vida cotidiana, es decir labores necesarias. Pero cuando descubren el hacha metálica que traían los europeos, o sea el blanco español, comprueban la eficacia de esa herramienta lo cual les permite producir 10 veces más que con el hacha de piedra. Ellos comenzaron a utilizar inteligentemente el hacha de metal pero no se esclavizaron con el uso de ese dispositivo tecnológico, sino que la utilizaron para reducir 10 veces más el tiempo de trabajo satisfaciendo igualmente sus necesidades y no al revés.
Esta es una enseñanza concreta que nos deja la historia de algunos de los pueblos que resistieron creativamente a la violencia y dominación del poder europeo.
Los colonizadores del siglo XXI, mediante las nuevas tecnologías nos siguen sustrayendo de esta compleja realidad para que nunca podamos cambiarla. Estamos pasando de ser ciudadanos con derechos a consumidores con deudas.
Eso es la colonización de hoy.
12 de Octubre de 1492, nada que celebrar.
Mi sentido homenaje a todas esas tribus, etnias y naciones sudamericanas que resistieron durante 300 años a pie de guerra con dignidad y sin tregua pero abonando el camino de las futuras revoluciones independentistas.
Es justo que se las incorpore en esa página de la historia. Es justo ese reconocimiento.
La política tiene el deber ineludible de conducir los nuevos tiempos al ritmo de las necesidades del pueblo, sino serán arrasados por la historia.
Finalizo con un ejemplo de conducción política de una tribu del Chaco Argentino:
El gran Cacique Alaykín jefe de guerra de una tribu abipona del Chaco Argentino definió su relación y deber con el pueblo en la respuesta que dio a un oficial español, quien quiso convencerlo de arrastrar su tribu a una guerra no deseada: “Por costumbre recibida de sus antepasados los abipones hacen todo a su gusto y no al de su cacique. Yo les dirijo, pero no podría perjudicar a ninguno de los míos sin perjudicarme yo mismo; si yo utilizara las órdenes o la fuerza con mis compañeros, ellos me volverían pronto la espalda. Prefiero ser amado y no temido por ellos”.
[1] Taki Ongoy fue un movimiento religioso y político que surgió en 1565, año en el que se desarrollaba la resistencia indígena contra la conquista española. El Taki Onkoy, que significa “enfermedad de la danza o el canto”, empezó en Ayacucho y luego se extendió al Cusco y a Lima, hasta que fue reprimido por el cristianismo en 1572.
[2] Por ejemplo: Mita, Yanaconazgo y Encomienda.
[3] Mas sofisticadas, como el metal y el arcabuz (fuego)
[4] Todas las ventajas de la energía eléctrica, y todo lo que representan las comunicaciones en el mundo virtual.
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