OCCIDENTE DECADENTE

      MERCADO POR DEMOCRACIA ¿Se puede mejorar una democracia cooptada por intereses corporativos contenidos en pequeños grupúsculos partidarios devenidos   en eficientes   máquinas electorales   con características de mercado?.    La verdadera   democracia,   como canal de múltiples encuentros, de   agenciamientos en la diversidad real, de luchas mancomunadas por más libertad   y mejor vivir,   ha sido arrasada y vaciada por un paradigma que decodifica   la vida a través de las leyes del mercado. Tan es así que una campaña electoral resulta ser sólo una copia fiel de un comercial de televisión. Las candidaturas de los políticos se ofrecen sonrientes en las góndolas del mercado electoral prometiendo   “ilusiones” que   se desvanecen en el mismo instante de emitir el sufragio. Qué valor tiene el sufragio? Ninguno. Sólo perpetuar el Status Quo   mediante la obligación de la “Ley”. Dice Franco Berardi, importante filósofo político italiano: “ y o no soy un adorador de la ley, no

 

           La remanida campaña electoral aparece como una patética lucha de élites por minúsculas partes del mercado político que saldrán reforzadas por haber debilitado a sus rivales en un juego de calumnias que vienen y van. Aunque esto es un error, ya que se gana en potencia combatiendo un enemigo no rebajándolo.          La potencia es siempre posibilidad de expansión múltiple tanto espiritual, teórica y material. En la acción política es necesario y vital articular estos tres elementos. Eso produce bienestar individual y colectivo hacia el interior de las máquinas partidarias.   ¿Y qué es el bienestar? Es el sentimiento de que la potencia crece, de que la vitalidad aumenta y que algún obstáculo está a punto de ser superado para dar lugar a algo mayor.  Eso es la potencia, la posibilidad de perseverar ; el resto es una cruenta lucha de egos en la que quien derrame menos sangre será el llamado “vencedor”, aunque su caída, su putrefacción y su muerte sean igual de inevitab

¿VOLVER ADÓNDE? Si los duelos aparecen de repente,  sin pedir permiso. Pués las pandemias tampoco piden permiso. El Covid-19 irrumpió dejando un tembladeral en todo nuestro ser.  Arrasó con ese deseo inmanente de ignorar todo como si nada hubiera pasado, como si no hubiéramos perdido un mundo y casi todas las certezas.  Ya no podremos desconocer que algo fuerte ha sucedido en nuestra existencia, y convivir con ello.  El mundo, nuestro mundo, desde ahora tiene una gran herida abierta que sueña con ser cicatriz. La cicatriz necesita tiempo para consolidarse.  Parece ser que, aún, todavía no hay   tiempo para condolernos, recogernos y llorar nuestros miles de muertos. Es decir, de hacer el duelo colectivo. Nunca hay tiempo.  Parece ser que no podemos parar un minuto.  Parece ser que sólo se piensa en volver… ¿volver adónde?  

  135.000 muertos en Argentina…   HACER VIVIR O DEJAR MORIR ¿That is the question?   Dilema que es necesario resolver en tiempos de Pandemia. Según datos oficiales "baja" la cantidad de contagios en este contexto particular de la Argentina (año electoral). Pero a su vez, la cantidad de muertxs por COVID-19 no desciende. ¿Porqué? ¿Dónde se deposita la responsabilidad? ¿Acaso en las políticas públicas? ¿En cada ciudadanx? ¿O simplemente en nadie? ¿Serán sólo acontecimientos del destino imposible de escapar?  ¿O sucesos que quizás se podían prevenir o evitar? La tanatopolítica produce políticas y efectos que descarga sobre cada unx de todxs nosotrxs responsabilizándonos de sus resultados. Por ejemplo: Lxs muertxs por COVID-19 como hechos o acontecimientos del destino. Pero el objetivo de la tanatopolítica consiste en deshacerse de grandes grupos poblacionales sin que eso parezca una intención deliberada. Y así padecemos: 1. El desmantelamiento histórico en los s