EL PODER COLONIZADOR EN AMÉRICA.
EL PODER COLONIZADOR EN AMÉRICA.
Juan José Deliberto*
1. INTRODUCCION
En el presente trabajo intentaremos interpelar los
distintos elementos que han ido construyendo a lo largo de nuestra historia
latinoamericana versiones “maquilladas” sobre la realidad de la invasión
española en nuestras tierras y su afectación en los pueblos originarios.
A veces, cuando interpretamos nuestra historia
colonial, podemos advertir que la ciencia social contemporánea no ha encontrado
aún la forma de incorporar caminos alternativos a los procesos de producción de
conocimiento.
Por ejemplo, Europa sigue siendo un punto “neutro”
de observación y las ciencias sociales retroalimentan eso. Una opción decolonial podría generar instancias para desmontar la sacralización de las teorías.
Intentaremos comprender la experiencia de “la
conquista” en América como experiencia de
colonización, dominación y articulación del poder situado sobre dos
pilares intercomunicados: la conquista política y espiritual, con sus
implicancias metafísicas, ontológicas y epistémicas.
En tiempos de reforma protestante en
Europa, el nuevo espacio americano aparece como un lugar propicio para llevar a cabo el renacimiento del
cristianismo. La figura del cuerpo nativo y su entorno abrió
la posibilidad de crear, quizás, una nueva comunidad (espiritual).
Tal y como lo señala Beatriz Pastor
(1983), esta intención de transformación descansó sobre la proyección de una
nueva “Ciudad de Dios” que podía formarse en el “continente vacío” de las
Indias. Pero dicha voluntad no fue meramente religiosa, se trató también de una
perspectiva netamente política que buscó establecer claramente los límites y
las implicaciones del poder de la Corona y del poder particular de los
encomenderos. Los resultados fueron nefastos para el cuerpo social aborigen
llegando a los límites de su exterminio total reemplazado en vastos sectores
por mano de obra esclava africana.
En el medio de ese proceso
desgastante, el Fray Bartolomé de las Casas comienza a observar con
preocupación ese deterioro de las comunidades originarias, y por lo tanto
resuelve plantear en sus famosos
memoriales alternativas éticas y
principalmente políticas y económicas
buscando la “liberación” de la población
indígena.
Sin embargo, cabe preguntarse: ¿
hasta qué punto dichas propuestas fueron efectivamente liberadoras?, ¿se trató
acaso de volver a un orden armónico y primitivo? ¿O se trataba por el contrario
de establecer nuevos lineamientos de control, nuevas técnicas de dominio para
estos sujetos y sus territorios?
El objetivo de la presente reflexión
brinda algunos lineamientos a fin de desmantelar esa visión ideal de los memoriales lascasianos, proponiendo un
análisis - sostenido por la línea de pensamiento foucaultiano - que tome en
cuenta la formulación de métodos y prácticas efectivas de aplicación del poder
en relación a nuevas concepciones de lo que debe de ser el gobierno.
1. MEMORIALES
Esos memoriales se escribieron entre
1516 y 1518 al regente Cisneros.
Ese pensamiento utópico surge como
una dinámica de cambio y de ruptura con respecto a la realidad del Viejo Mundo.
Sin embargo, la crudeza y la violencia de la conquista van a hacer surgir
rápidamente propuestas que luchan por un cambio radical en el propio terreno
americano. Es así como Bartolomé de las Casas que experimenta directamente el
proceso conquistador sobre las poblaciones indígenas y propondrá un determinado tipo de reordenamiento social
y político.
Es preciso tener en cuenta que
algunos autores han querido ubicar los Memoriales
que Bartolomé de Las Casas escribe entre 1516 y 1519 (Bataillon, 1966; Durán
Luzio, 1992; Cantú, 2002) como una forma utópica de libertad para los indígenas
reformando el sistema colonial. Así por ejemplo, según Durán Luzio, se puede
establecer un paralelo entre el texto primordial de Tomás Moro y los escritos
lascasianos de estos años. Dicho acercamiento se puede resumir en tres grandes
temas:
1. la búsqueda de un cristianismo
primitivo que sea una respuesta a la degradación de la práctica católica en
Europa (Durán, 37-39)
2. el establecimiento de nuevos
lineamientos de orden político y social. Se trata por un lado de la lucha por
la justicia de los campesinos pobres de Inglaterra y por otro lado, de la
búsqueda de una comunidad mixta entre indios y españoles (Durán, 45-47).
3.
la
exhortación al soberano con miras a la reforma del Estado (Durán, 48).
Para lograr dicha recomposición
social unos de los textos de Las Casas
propone por ejemplo: el reemplazo
de la encomienda por una asociación de trabajadores compuesta por indios y
españoles. Esta asociación sería dirigida por un pater familias español y se acompañaría de una
eliminación de esa propiedad privada. Por lo tanto, al unificar el trabajo de
los indios con el de los españoles, se buscaría la liberación progresiva de los
primeros. Liberación que busca también “organizar” el trabajo minero que ha
sido la plaga de muerte para la población autóctona.
En su memorial de remedios para las Indias
de 1518, Las Casas afirma:
“(...)
en muy breve tiempo quedarán las islas todas despobladas si muy presto no se
sacan los indios del poder de los cristianos[1]
(Las Casas, 1958, 34).
La organización del trabajo debe
volver a manos del soberano y debe ser controlada de forma estricta para
conservar la mano de obra y permitir la vida de los pueblos originarios. En
este sentido entra la propuesta de un hospital para los indios. Durán Luzio ve
en dicha idea, la preocupación del cura por asegurar el bienestar físico y
religioso de las poblaciones indígenas. El Estado sería entonces el responsable
de proteger a sus súbditos mediante la intervención directa en el proceso de
colonización.
2. EL
PODER
3.1
El poder pastoral
Todas estas propuestas, en realidad
no desembocan en un cambio de las políticas de conquista. La inquietud
principal del cura no es solamente una inquietud ética y una premisa de “buen
gobierno cristiano”, sino una interrogación política sobre las formas más
racionales de gobierno. Es importante tener en cuenta que la noción de gobierno
incorporada por toda la estructura conquistadora era influenciada por la mirada
pastoral de guía de las “almas”. Se trata de una mirada del poder como conducción del rebaño hacia el fin
particular de la salvación. Según
Foucault, el poder pastoral es el modo en el cual se aplica y se organiza el
poder en Occidente hasta finales de la Edad Media y en este caso abarca la aplicación
del poder soberano del Rey. Poder que va a ser pensado en relación con el poder
del pastor sobre su rebaño. Ese modelo trasladado a nuestras tierras.
Las características centrales del
poder pastoral se pueden resumir así:
·
una
obediencia absoluta
·
el
respeto de la ley
·
y
la búsqueda de la verdad
Los tres principios organizan la
aplicación del poder haciendo del pastoreo una forma específica de la
conducción de los seres humanos (Foucault, 2004, 236). Este modelo se aplicó
sobre todas las culturas amerindias las cuales comenzaron a
padecer toda una serie de atropellos, base fundamental para el desarrollo de la
colonización europea en América.
Así
sucedió con las culturas andinas, y
consecuentemente sobre todo los territorios ocupados por el Imperio Inca y las
etnias subyugadas, por ejemplo “los huarpes” que habitaban toda la
zona conocida como Región de Cuyo, lo que actualmente conforman las provincias
de Mendoza, San Juan y San Luis, y parte de La Rioja.
3.2 El
poder de Gobierno
Según el autor francés, el modo de
conducción ligado al poder pastoral va a debilitarse y a dar lugar a una nueva
forma de “gobierno” a mediados del siglo XVI (Foucault, 2004, 238). El objetivo
del gobierno es lograr una serie de finalidades específicas. Utilizando tácticas
(no leyes), como por ejemplo el control de la población (lo cual se torna más
importante que el control territorial) aplicando determinadas disciplinas, este sería el nuevo objeto
del poder del gobierno.
3.2.1
Organización del Trabajo
Es así como se disponen las
distintas instituciones ordenadas para explotar la mano de obra indígena. Tal
parece que los españoles que llegaban a Cuyo a mediados del siglo XVI
estuvieron concentrados solamente en explotar la mano de obra indígena,
(primordialmente huarpe), que en cumplir distintas obligaciones ordenadas por
la corona.
3.2.2
División
del Trabajo. Colonización de los cuerpos y doble conquista sobre los Huarpes.
El reparto del trabajo entre los huarpes
quienes estaban organizados en una sociedad con un cierto nivel de integración
tribal, y carecía de grupos dedicados a oficios especializados divididos por
sexos.
Los varones adultos se dedicaban a la caza, a la
pesca y a la construcción de balsas. A las mujeres les correspondía el hilado,
el tejido, la cestería, la cerámica, la recolección de plantas silvestres, la
captura de animales pequeños, la fabricación de la harina, de la aloja y del
patay. Es casi seguro que el cultivo del maíz lo realizaba el grupo familiar
(Prieto: 70-71). Sería un poco complejo
analizar el tipo de organización social y política de los huarpes porque su
desarrollo cultural se vio afectado en dos ocasiones: primero con la llegada de
los Incas (aunque el objetivo primordial de éstos fuera el de llegar a Chile),
y luego con la de los españoles, o sea una doble colonización.
Si partimos de la idea de que los
huarpes fueron sometidos al Inca, y fueron obligados a tributarlo y a adquirir
formas de vida distintas a las propias para luego, casi inmediatamente, pasar a
la sujeción española, entonces tenemos que la dominación Inca en Cuyo se debió
al uso de la fuerza y que, entre otras cosas, el triunfo significó la
introducción del tributo, lo que a juicio de varios historiadores hizo más
fácil la tarea del conquistador español. Hecho que permitió la implantación de la encomienda, el trabajo
personal y la recaudación del tributo.
Pero,
por otro lado, si consideramos la posibilidad de que los huarpes ya tributaban
a sus caciques desde antes de la llegada de los incas y que el hecho de hacerlo
obedeció a una sustitución de fuerzas, es decir, que la propiedad de la tierra
y sus productos pasó de manos del cacique huarpe directamente al Inca cuando
éste los conquistó, podemos deducir entonces, que el concepto de tributación ya
era familiar entre los huarpes desde antes de la presencia Incaica en su
territorio.
También
padecieron una suerte de concesión forzada de atribuciones y derechos naturales
ancestrales de la población huarpe a sus primeros invasores (los Incas) y luego
por añadidura a los españoles, es decir que podemos entender que esos tributos
crecieron a medida que aumentaba su situación de sometimiento y explotación
. Los huarpes trabajaban la “tierra del
Inca” como forma de tributo.
Pero
otra posibilidad sería que los huarpes dedicaran parte de sus propias cosechas
al Inca. En ambos casos, seguramente los caciques huarpes hicieron cualquier
cosa para no perder sus privilegios. Se deduce que la aplicación de este
sistema podría haber contribuido con uno de los orígenes de relación laboral
mendocina conocido como contrato de viña.
4. CONSTRUCCION DE LA SUBJETIVIDAD
COLONIAL
La llegada de los invasores a estas
tierras no fue una aventura inocente, sino que está guiada por la premisa por
la cual creían tener la autoridad moral y religiosa para poder imponer su visión
y su cultura europea a las civilizaciones indígenas de la zona. Uno de los máximos exponentes de este
pensamiento es Juan Ginés de Sepúlveda (1490 –
1572) gran admirador de Aristóteles lo que le llevó a traducir su obra
política. En esta obra el pensador hizo una defensa directa a la esclavitud,
“hay hombres nacidos para obedecer y otros para mandar” y también justificó
la colonización helénica al resto de civilizaciones a las que se les
consideraba inferiores. Ese aval moral permitió el sometimiento
de los cuerpos como máquinas mecánicas con un fin productivo a través de
políticas precisas justificadas a través de la “razón”[2].
La supremacía de la mente sobre el
cuerpo implica que la voluntad puede (en principio) controlar las necesidades,
las reacciones y los reflejos del cuerpo; que puede imponer un orden regular
sobre sus funciones vitales y forzarlo (al cuerpo) a trabajar de acuerdo a
especificaciones externas, independientemente de sus deseos.
En este cuadro, el otro, el
diferente del blanco europeo tenía como destino ser “encausado” hacia el bien,
ser evangelizado a través del cultivo de esas almas perdidas. Entonces las dos
cabezas ejecutivas que elaboraron la construcción de un nuevo sujeto fue la alianza del Estado español y la
Iglesia.
Ese
sujeto debía ser sometido a la
explotación laboral. Por ejemplo, en esta región los varones
huarpes fueron obligados para ir a Chile y al Alto Perú (encomienda y
mita) durante el tiempo que la Provincia de Cuyo perteneció al Reino de Chile
para trabajar en las minas de La Serena.
Se produce así una fuerte fragmentación
y descomposición en la estructura comunitaria originaria Huarpe,
muy pocos varones regresaban y
las mujeres que se quedaban eran sometidas a todo tipo de servidumbre, incluida
la sexual que da inicio a la aparición de un nuevo sujeto: el mestizo, como
continuación de ese “otro” negado y
pasible de dominar por el blanco europeo[3].
Además la población comienza a disminuir dramáticamente a causa de las
enfermedades y precariedades alimenticias a las cuales eran sometidas.
4.1 Aporte “humanitario” dentro del régimen colonial.
Aparecen algunas voces dentro del
mismo régimen colonial dominante, como la de algunos religiosos importantes
como Bartolomé de las Casas, que observaban con preocupación este fenómeno.
Conviene aclarar que la voluntad del sacerdote no era desarticular el tejido
colonial sino proponer alternativas,
como por ejemplo: racionalizar la explotación, esto es que Las Casas pide el final del régimen de
encomienda. El objetivo principal es
“salvar” la mano de obra indígena diezmada por la explotación sin control, y
propone en este sentido asegurar la convivencia armónica entre amos y esclavos.
Las Casas se da cuenta que al potenciar las células familiares y económicas
servirían para pagar salarios de funcionarios y enriquecer a la Corona. Asegurar rentas
efectivas y tierras suficientemente pobladas y abundantes de vasallos, tal como lo expresa
literalmente:
“…
multiplicando la gente (…) aumentarse ha cada día su auxilio y provecho, a gran utilidad y fijeza del reino” (Las Casas,
1958, 7). Es decir, existe una correlación directa entre la abundancia de
sujetos y el poder del reino. Por lo tanto, observa como imperativo que el
ejercicio del poder se enfoque en la atención particular de estos sujetos: sus
necesidades físicas, su descanso, su salud, son criterios centrales de la
inquietud del Sacerdote.
4.2
Colonialidad y aculturación.
Dentro de esta voluntad de
racionalización, Las Casas hace referencia a los desplazamientos forzados que
se convirtieron en el primer paso de la explotación colonial.
Tal como sucedió con nuestros
Huarpes, trasladados como animales al otro lado de la cordillera. Las Casas quiere regular este tipo de
prácticas mediante un control estricto en manos de los religiosos
franciscanos y dominicos. Serían ellos en última instancia los responsables
de acoger a los indios desplazados y
asegurar una buena alimentación y vestimenta para poder, luego, ser instruidos en la fe (Las Casas,
1958, 13).
4.2.1
Organización del sujeto dominado
Luego vendría la etapa de
racionalizar los horarios, la alimentación y la distribución del trabajo en las
minas y en los campos. Las condiciones diversas de estos tipos de trabajo hacen
necesaria una organización diferente en cada caso. En las minas, por ejemplo, los
ritmos de trabajo deben alternar dos meses de descanso y dos meses de labor,
acumulando un total de ocho meses al año.
Esto con el fin de fundir el oro y
permitir que los indios no abandonen completamente sus economías de
subsistencia (Las Casas, 1958, 13).
Otra propuesta lascasiana tiene en
cuenta el mantenimiento saludable de la
corporalidad explotada. La instalación y el funcionamiento de un hospital
responde a la necesidad de tomar en cuenta el cuerpo como lugar de aplicación del poder. La salud de los indios
es vista como un dato que hay que
regular y que debe ser controlado por el poder central. De esta manera, Las
Casas propone -además del hospital-, una forma de cuidado para los niños de las
familias indias. Los niños deberán ser antendidos y cuidados para preservar su
salud. Igualmente, propone prohibir el trabajo infantil hasta la edad de 15
años. Se trata de preservar la vida de los pueblos autóctonos y de asegurar su
reproducción. Las Casas afirma: “…porque
en sucesión y multiplicación de los indios está el durar dellos y no acabarse
(…)” (1958, 18).
En este caso, la regulación de la
salud va aparejada con prescripciones que establecen una economía de la
sexualidad. Por ejemplo, el memorial propone que los jóvenes de entre 20 y
25 años sean encaminados al matrimonio y que no se tolere en medida alguna el
concubinato. Además, la intervención del
poder en la vida de los individuos llega hasta la asignación de una dieta
especial. En efecto, Las Casas ordena que “…a
los indios (…) se les dé pan y carne y pescado, y ajes y axi, dos veces al día,
cuando hobieren menester para su comidas, y en las mañanas se les den sendos
pedazos de cazabí e ajes y ají para almorzar, porque con el calor beben muchas
veces agua (…)” (1958: 19).
Todas estas formas de control de la
alimentación y de la sexualidad se acompañan de una gestión de gobierno de las
poblaciones en sus desplazamientos y en sus condiciones de trabajo.
4.2.2
La lógica del poder aplicado sobre los
cuerpos
El esquema propuesto muestra así su
lógica:
“ El poder debe de aplicarse para
preservar la corporalidad, la salud y en general, la vida de los nuevos sujetos
del Reino. Por consiguiente, deben de regularse las prácticas de explotación
mediante un control del trabajo y deben también de proveerse los instrumentos
necesarios para cumplir dichas metas”.
De esta manera se consolida el poder
soberano como instancia operativa
directa. Este poder se basa en un conocimiento,
en un saber que tiene por objeto las
poblaciones indígenas, dejando de lado la concesión
del poder a entidades intermedias (los encomenderos) para que llegue
directamente la acción del Rey.
No se trata de una reforma política
que busca la felicidad terrenal y la liberación de los indios. Por el
contrario, las indicaciones político - económicas desarrolladas por el futuro
dominico dejan ver un concepción original del “gobierno de las Indias”, a
saber:
·
la
necesidad de una organización racional de la explotación para mantener y
reproducir las fuentes de riqueza (el trabajo indiano), incorporando técnicas
y métodos de control tanto del ámbito económico, como
del ámbito “corporal”.
Es importante observar que más allá
de la ley y la figura del Rey, existe la idea de una aplicación efectiva del poder que reposa
sobre la multiplicación del tejido de control y de dominación.
Esto constituye una extensa red de
micropoderes locales aplicados siempre sobre el cuerpo, sobre el tiempo de
trabajo y sobre el proceso minucioso de la evangelización, lo que permite la
afirmación in fine del poder
soberano.
4.2.3
El poder evangelizador
La idea de conversión constituye bases que
nacen de una nueva dinámica política.
Primeramente la guía espiritual debe de estar monopolizada por religiosos de
las órdenes franciscana y dominica. Esto rompe con la práctica superficial de
la evangelización. El mismo Las Casas conoce dicha práctica puesto que su rol
hasta ese momento ha sido el de “santificar” las incursiones bélicas de sus
coterráneos. Por consiguiente, sus memoriales buscan precisamente romper con lo
que se podría llamar una liberalización de la doctrina.
Esta nueva clasificación de la
práctica de la fe y de la conversión se va a organizar en primer lugar
desplazando la intervención de los españoles seglares (laicos). En consecuencia
el monopolio del proceso evangelizador debía estar en manos “públicas”, o sea
bajo control de la Corona a través de las órdenes religiosas y del clero. Ese
control abarcaría tanto a la esfera socio-religioso de los indígenas[4]
como a la vida cotidiana de los españoles. De esta manera, Las Casas propone
que los curas se instalen en parejas en los pueblos. Esto con el fin de que
puedan confesarse y puedan ejercer un control recíproco sobre sus actividades
cotidianas y sobre su “moral” (Las Casas, 1958: 33). Por lo tanto, resulta
evidente que la voluntad del cura no es la afirmación utópica de una comunidad
cristiana ideal. Por el contrario, sus prescripciones buscan enraizar un
control espiritual estricto en el terreno indeterminado del Nuevo Mundo y esto,
funcionaría tanto en las poblaciones autóctonas como en los recién llegados
españoles.
Podríamos afirmar que los memoriales
lascasianos plantean el cambio social en tres ejes políticos fundamentales: a)
la racionalización económica, b) la consideración de la corporalidad de las
poblaciones indígenas y, c) el control espiritual.
Es posible entonces sostener que la
voluntad del texto no es sólo una voluntad utópica carente de incidencia
política efectiva. Los textos de Las
Casas nos dicen más sobre las técnicas y las disciplinas de control que la
conquista pone en marcha, que sobre el modelo de una sociedad ideal.
Dicho esfuerzo de tranformación
social y política entra en una dinámica más amplia que se infiiltra por debajo
de la conciencia española de la época. En efecto, se trata de lograr una cierta
“racionalidad” dentro de las acciones de conquista, dominación y colonización
que se estaban llevando a cabo. Pasar del azar de la guerra pasajera a la
lógica de una implantación duradera, pasar de la esclavitud como forma de
explotación hacia una consideración racional del otro como “mano de obra”, como “recurso” dentro de una voluntad de
urbanización y de enriquecimiento material que va aparejada con la idea de
“civilización”.
Estas inquietudes se expresarán en
Europa -tal y como lo explica Foucault- en la segunda mitad del siglo XVI a
partir de una interrogación sobre la esencia del gobierno y la aplicación del
poder. Sin embargo, como lo muestran los elementos citados, es la conquista
española del continente americano que va a poner de manifiesto estas nuevas
formas de ordenar y de concebir a las poblaciones. Serán por lo tanto los
autores españoles y en este caso Las Casas, los primeros en formular una
concepción moderna de la acción de
gobierno.
4.2.4
Mestizaje y Aculturación
El
impacto del proceso de la conquista en América Latina produjo un tipo de
ser mestizo ontológicamente incompleto e incomprendido por su binaria condición
de hijo de español e hijo de indígena. El actual estado de dominación que aún
viven nuestros países latinoamericanos en el escenario global, evidenciado, por
ejemplo, por los múltiples tratados económicos que impactan negativamente las
producciones nacionales, o por la tenencia de una moneda cuyas variaciones en
nada afectan la de Wall Street, y justo por las condiciones del ser humano
latinoamericano, en el contexto del resto de otredades, que es necesario abordar desde diversas perspectivas.
Constituyen condiciones históricas que exigen indagar cómo se ha venido
gestando la construcción de un pensamiento latinoamericano y observar también
cómo impactó el proceso de la conquista
en la psiquis de los países de la periferia.
En esta línea, es posible sostener que la
experiencia de la conquista y la colonia en América ha construido un prototipo
de bastardo latinoamericano[5]
como alguien que nunca llega a completarse, lo que facilita la constante
postergación de la modernidad en nuestros actuales contextos periféricos.
La superioridad asignada al conocimiento europeo en
muchas áreas de la vida fue un aspecto clave de la colonialidad del saber en el
sistema–mundo[6].
Los conocimientos subalternos fueron excluidos, omitidos, silenciados e
ignorados. Pero cuando en el corazón de Europa se gritaba libertad, igualdad y
fraternidad, el ego del conquistador pronunciaba al mismo tiempo: “cochino
negro, cochino indio. Nelson
Maldonado–Torres (2008) llamaría el lado más oscuro de la formulación
Cartesiana: Debajo del “Pienso, luego soy” podríamos leer que “Otros no piensan
y no son”.
Quien asume una actitud decolonial es principalmente un analista del poder que comprende
que el control del conocer opera con la lógica de jerarquizar los saberes para
dominar, pues, en la matriz colonial del poder, no es posible subyugar a un
igual.
El panóptico de Bentham (1979) es un buen ejemplo
que permite entender el privilegio que de todos los sentidos occidente le ha
dado al ojo, caracterizado por un despliegue del poder a partir del espectáculo
punitivo. Por eso, es tan difícil para nosotros
en la actualidad tener las sensaciones de un indígena Nasa en El Cauca
(Colombia) o una Aymara (Bolivia) , o como un habitante más cercano, el Huarpe
en la región andina de Cuyo que nunca tuvieron sólo el ojo como punto de
referencia.
Decolonizar la estética es quitarle el
privilegio de percepción al ojo para habilitar ápticamente los oídos, la nariz, la lengua, las yemas de
los dedos.
Al respecto comenta Enrique Dussel (2008): “ La España, y el Portugal […] de finales del
siglo XV ya no son más un momento del mundo propiamente feudal. Son más bien
naciones renacentistas: son el primer paso hacia la Modernidad propiamente
dicha. Fue la primera región de Europa que tiene la originaria “experiencia” de
constituir al Otro como dominado bajo el control del conquistador, del dominio
del centro sobre una periferia. Europa se constituye como el “Centro” del mundo
(en su sentido planetario). ¡Es el nacimiento de la Modernidad y el origen de
su “Mito” (pág. 13)
El indígena americano se
convertiría en la víctima de un crimen perfecto, pues sería silenciado
perpetuamente. Víctima es aquél que no tiene la capacidad de probar que se le
ha ultrajado, despojado. El crimen perfecto no consiste en el simple asesinato
de la víctima y de los testigos, sino en el silenciamento de estos y en la
indiferencia y ensordecimiento de quienes son llamados a juzgar tal crimen
(Lyotard, 1988).
Desde esta interesante perspectiva, cobra
particular relevancia lo que Mignolo (2007) y Maldonado (2008) han llamado la “Colonialidad del Ser”, con la idea de
que si, en adición a la colonialidad del
poder existía la colonialidad del
saber, entonces debía haber una
colonialidad del ser, un concepto que respondería a la necesidad de
aclarar la pregunta sobre los efectos de la colonialidad[7] ya no en
la mente de los sujetos subalternos, sino en la experiencia vivida.
Maldonado–Torres lo hace claro en sus reflexiones sobre el tema:
“El
mestizo, fruto del conquistador Hernán Cortez y la india Malinche es el nuevo
habitante del Nuevo Continente latinoamericano en cuya ambigüedad (ni indígena
ni europeo) Latinoamérica vivirá su historia cultural y política después”.
El mestizo no quiere ser indígena ni español. Tampoco quiere descender de
ellos. Los niega. Y no se afirma como mestizo sino como abstracción: es un
hombre. Se vuelve hijo de la nada. Errante y perseguido por el poder blanco
europeizante, como nuestros gauchos.
El mestizo, rechazado por los indígenas (porque se
afirmaba ante ellos como el “señor”) y despreciado por los europeos por no ser
blanco. Es quien porta en su contradicción lo propio (como negativo y positivo)
de la cultura propiamente latinoamericana, y es en torno al mestizo como se irá
construyendo esa identidadd llamada “América
Latina”, El mestizo vivirá en su cuerpo y sangre la contradictoria figura
de la Modernidad –como emancipación y como mito sacrificial–. Pretenderá ser
“moderno”, como su “padre” Cortés, pero fracasará siempre al no recuperar la
herencia de su “madre” Malinche (Dussel, 1992).
Su condición de “mestizo” exige la afirmación del
doble origen –amerindio:
periférico
y colonial: la víctima, la “otra–cara” de la Modernidad; y moderno por el “ego”
que se “enseñorea” sobre la tierra de su padre Cortés.
Y si bien no ha sufrido como el indígena o el
esclavo africano, es igualmente
un
oprimido en el mundo colonial. .
Esa mezcla contradictoria es reflexionada por
Silvia Rivera Cusicanqui (2010), mezcla de Aymara y blanca, como mezcla Ch’ixi
(se lee cheje) y que la vamos a contextualizar con los nativos Huarpes, porque
entendemos que guardan relación por su acercamiento geográfico andino. Dice
ella: “Personalmente, no me considero
q’ara (culturalmente desnuda, usurpadora
de lo ajeno) porque he reconocido
plenamente mi origen doble, aymara y europeo, y porque vivo de mi propio
esfuerzo. Por eso, me considero ch’ixi, y considero a ésta la traducción más
adecuada de la mezcla abigarrada que somos las y los llamados mestizas y
mestizos. La palabra ch’ixi tiene diversas connotaciones: es un color producto
de la yuxtaposición, en pequeños puntos o manchas, de dos colores opuestos o
contrastados: el blanco y el
negro, el rojo y el verde, etc.
Es ese gris jaspeado resultante de la mezcla imperceptible
del blanco y el negro, que se
confunden para la percepción sin nunca mezclarse del todo. La noción ch’ixi,
como muchas otras (allqa, ayni) obedece a la idea aymara de algo que es y no es
a la vez, es decir, a la lógica del tercero incluido. Un color gris ch’ixi es
blanco y no es blanco a la vez, es blanco y también es negro, su contrario. La
piedra ch’ixi, por ello, esconde en su seno animales míticos como la serpiente,
el lagarto, las arañas o el sapo, animales ch’ixi que pertenecen a tiempos
inmemoriales, a jaya mara, aymara. Tiempos de la indiferenciación, cuando los
animales hablaban con los humanos. La potencia de lo indiferenciado es que
conjuga los opuestos. Así como el allqamari conjuga el blanco y el negro en
simétrica perfección, lo ch’ixi conjuga el mundo indio con su opuesto, sin
mezclarse nunca con él. Pero su heterónimo, chhixi, alude a su vez a la idea de
mescolanza, de pérdida de sustancia y energía. Se dice chhixi de la leña que se
quema muy rápido, de aquello que es blandengue y entremezclado. Corresponde
entonces a esa noción de moda de la hibridación cultural “light”, conformista
con la dominación cultural contemporánea” (pág. 2-3).
El
último capítulo de “Los condenados de la tierra” de Franz Fanon (2001) es
terriblemente contundente porque permite comprender que vale más ser un
indígena en el peor momento de la desdicha que un ex colono.
5.
Conclusión
Las dificultades que ha enfrentado América Latina
han obedecido, entre muchas cruciales razones, al sentimiento de incomprensión y binariedad que reposa
en la condición del ser mestizo. Esta condición ha impactado la psiquis del ser
latinoamericano que se expresa en la subyugación aún permanente de los países
de la periferia ante los países centrales. Ser conscientes de nuestro pasado no
solo nos permitirá entender las razones de nuestro presente, nos habilitará,
además, para tomar una actitud resiliente que permita ahora sí la construcción
de un pensamiento autóctono, libre, independiente y válido en una epistemología
del sur (Santos, 2003).
* Licenciado
en Ciencias Sociales y Humanidades. Universidad Nacional de Quilmes.
* Profesor
de Grado Universitario en Ciencias Sociales y Humanidades.
* Diplomado
Superior en Ciencias con Mención en Género y Políticas Públicas. FLACSO.
ARGENTINA.
* Magíster
en Género, Sociedad y Políticas. FLACSO ARGENTINA.
*
Investigador amateur en filosofía, antropología, historia, etc.
Bibliografía:
Bartolomé de las Casas (1958) Obras escogidas de Fray Bartolome de Las Casas. 4, Apologética Historia. Madrid. Ed. Atlas (1958).
Bentham,
J. (1979). El Panóptico. Madrid: Las ediciones de la Piqueta.
Canals
Frau (1979) ETNOLOGIA
DE LOS HUARPES. UNA SINTESIS. Ed Uncuyo.
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[1] Se
refería a los laicos y de otras ordenes que no fueran franciscanos o dominicos
[2] Descartes
planteaba una relación jerárquica mente
- cuerpo y desarrolló las premisas teóricas para la disciplina del trabajo
requerida para el desarrollo de la economía capitalista.
[3] Si bien muchos indígenas eran trabajadores mineros y urbanos o
arrendatarios de haciendas, la mayoría estaba integrada a comunidades que
poseían la tierra colectivamente y tenían sus propias estructuras de gobierno
—los famosos caciques y otras autoridades étnicas menores.De estas comunidades,
la Corona obtenía su más estable fuente de recursos fiscales, el tributo, y la
minería su principal fuente de trabajo forzado, la mita —la antigua institución
colonial
que obligaba a cada pueblo andino ubicado entre el Cuzco y el sur del
Alto Perú a despachar cada año una séptima parte de su población al Cerro Rico
de Potosí y otros centros mineros. Serulnikov
[4] En el aspecto
religioso, se sabía que los huarpes adoraban a una divinidad llamada Hunuc Huar, inclusive se ha llegado a suponer que de ese
término deriva la palabra huarpe.
Esta deidad, al parecer, fue la principal del panteón huarpe y creían que
moraba en la cordillera. Era temido, respetado e invocado en sus necesidades,
“sobre todo al atravesar la montaña, solían ofrecer al 'falso numen', como le
llama el P. Valdivia, productos naturales, como ser maíz, chicha, plumas de
avestruz y otras cosas” (Canals Frau, 1953: 384).
[5] Tomado de la
investigación titulada: “Sobre el impacto de la conquista de América en el ser humano latinoamericano” de Indira y
Angélica Ricaurte Villalobos. http://www.thegreatbalance.org/wp-content/uploads/2015/11/Mamos-Invocation.jpght tp://thegreatbalance.org/wp-con l
[6]
Esta expresión sistema-mundo nace con las
reflexiones posmarxistas sobre lo que después se ha
dado en llamar la globalización.
Imanuel Wallerstein - Samir Amín (Samir,
1973).
[7]
Entiéndase “Colonialidad” diferente a
“Colonianismo”. El “Colonialismo” denota una relación
política y económica, en la cual la soberanía de un
pueblo reside en el poder de otro pueblo o
nación, lo que constituye a tal nación en un
imperio. Distinto de esta idea, la colonialidad se
refiere a un patrón de poder que surgió como
resultado del colonialismo moderno, pero que, en
vez de estar limitado a una relación formal de
poder entre dos pueblos o naciones, más bien se
refiere a la forma como el trabajo, el
conocimiento, la autoridad y las relaciones intersubjetivas
se articulan entre sí, a través del mercado
capitalista mundial y de la idea de raza. Así, pues, aunque
el colonialismo precede a la colonialidad, la
colonialidad sobrevive al colonialismo (Maldonado-
Torres, 2003).
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