A TI TAMBIEN TE EXPLOTAN

     


 

 

    Acaso tú crees que el trabajo siempre existió tal como es ahora?.

    Además de la crisis sanitaria profunda que el mundo vive, se suma la gran depresión económica, gran desocupación e informalidad en todos los rubros.

    La explotación laboral al orden del día por parte de los que todavía  pueden sustentar algo de capital.

    Pero si seguimos así, el abismo nos espera a todos.    

    

    Después de siglos de adiestramiento, el hombre moderno hoy  ya no se puede imaginar, sin más, una vida más allá del trabajo. El trabajo como tal domina no sólo la esfera de la economía en sentido estricto, sino que también absorbe  toda la existencia social.  El espacio y tiempo de  ocio (creativo) que constituía parte esencia de la vida cotidiana de los antiguos – las elites por supuesto, porque el resto, incluso las mujeres eran esclavos -  ha quedado relegado como algo pernicioso, perjudicial, etc. Como expresa el gran pensador: El trabajo reúne cada vez más buena conciencia de su parte: la inclinación por la alegría ya se llama “necesidad de descansar” y empieza a avergonzarse por sí misma. Cada uno es responsable de su propia salud, se dice cuando se nos sorprende en una excursión campesre. Pronto se podría llegar al punto en el que uno no pueda ceder a la inclinación por una vida contemplativa (es decir, irse de paseo con pensamiento y amigos) sin despereciarse a sí mismo y sin remordimientos de conciencia.

Friedrich Nietzsche, El ocio y la ociosidad, 1882.

             En consecuencia podemos suponer que la historia de la modernidad se vincula directamente con la historia de la imposición del trabajo, acarreando mucho dolor y horror, dado  que no siempre ha estado tan interiorizado en los cuerpos  como en el presente:  la exigencia de empeñar la mayor parte de nuestra  energía vital en un fin absoluto ajeno. Fueron necesarios varios siglos de violencia pura   para que la gente, literalmente bajo tortura, aceptara ponerse al servicio incondicional del trabajo. 

            A tal punto   se naturalizó con el correr del tiempo, que luego todas las  luchas obreras  procuraron mejorar siempre esas condiciones de sujeción, en lugar de liberarse del sometimiento y bregar por compartir los  beneficios que sólo queda en las arcas de los dueños de los medios de producción o del capital.,  y que a base de explotación, como en la actualidad,  acrecientan  sus riquezas y por ende su nivel de vida.  

            Una de las luchas que tomó preponderancia por el nivel de violencia desde el poder hacia los trabajadores fue un  1° de mayo de 1886.

Los Mártires de Chicago: historia de una injusticia.

Un 1° de mayo de 1886 en EEUU más de 300 mil trabajadores confluyeron en una huelga por la reducción de la jornada laboral, que  superaba las 14 horas diarias de trabajo[1].

Ocho representantes de ese movimiento fueron falsamente acusados de instigar hechos de violencia[2]; el 11 de noviembre de 1887 cinco de ellos fueron ahorcados: George Engel, August Spies, Albert Parsons, Adolf Fischer y Louis Lingg –quien se suicidó para no morir en manos enemigas-. Samuel Felden, Oscar Neebe y Michael Scwab recibieron larguísimas penas en prisión.

Nunca se pudo probar nada.

 Para  ofrendar sinceramente la memoria de esos luchadores, debemos tratar comprender  la situación actual de los trabajadores asalariados, los informales y los invisibilizados como por ejemplo  las trabajadoras 24/7 del espacio doméstico. Muchas de ellas se destacaron y lucharon a la par de sus parejas.  Lucy Parsons fue una de ellas, mexicana que luego de la muerte de su pareja, Albert Parsons, dedicó 62 de sus 89 años de vida, a la militancia comprometida   en Estados Unidos. Fue una de las grandes organizadoras de la clase obrera estadounidense que   junto a los mártires de Chicago, conquistaron a  fuerza de mucha sangre derramada, persecuciones y represiones  la reducción de la   jornada laboral de 8 horas[3].

            En la Argentina, desde 1890  también se  celebran  todos los 1º de Mayo con grandes concentraciones obreras que se convierten en atmósferas para visibilizar situaciones de injusticia y explotación laboral.  

Otro 1° de mayo  en Rosario, otra mujer irrumpe en el escenario y denuncia la explotación laboral de las mujeres, fue arrestada luego en  varias oportunidades, se llamaba Virginia Bolten, nacida en San Luis en 1870,  y se transformó en una de las grandes defensoras de los derechos de la mujer sobre todo en el campo laboral.

Todos los 1º de mayo  concentraron miles de trabajadores y estuvieron marcados por la represión. En 1904  se congregaron 70.000 obreros en el barrio de La Boca en Buenos Aires. Fueron atacados por la policía y muere el primer mártir del movimiento obrero en Argentina, el marinero Juan Ocampo de 18 años. El presidente Julio Argentino Roca da la orden de secuestrar el cadáver de este trabajador, que muchos historiadores consideran el primer desaparecido de nuestra historia.

Pero luego en 1909 cerca del Congreso ocurrió la gran tragedia.  Ese día, para homenajear a los mártires de Chicago y en protesta por la desocupación, los bajos salarios y las malas condiciones laborales, los trabajadores se reunieron masivamente.  Para dispersar a la multitud, el coronel Ramón Falcón dio la orden de disparar contra los manifestantes. Murieron 11 obreros y unas 80 personas resultaron heridas, entre ellas, varios niños.

            Millones en el mundo sufren la violencia “legítima” del poder, sólo por defender derechos y tratar de recuperar libertades.

            Hoy la explotación laboral más vigente que nunca en todas las actividades.

            La informalidad ronda el 50% del mercado laboral.

            Aparecen en contexto de pandemia  nuevas formas de precarización del trabajo, lo que se conoce como uberización del trabajo, profundizado en contexto de restricción y  estado de excepción. 

            El Poder económico, o sea el capitalismo, y su versión actualizada: el Neoliberalismo  considera como fuente principal de producción de riqueza al trabajo como fuerza producida[4] hoy en múltiples dimensiones tanto tradicionales, como las inducidas por las nuevas tecnologías.

La acumulación capitalista, en una de sus versiones autóctonas suele combinar el trabajo asalariado tradicional con la fuerza laboral inmigrante. Un ejemplo de ello consiste en los modos de explotación agrícola en Mendoza, tanto en todo anual como en la vendimia. Esa una fuerza laboral  precarizada que  auxilia y permite aumentar  el rendimiento del trabajo asalariado formal y por ende el crecimiento del capital propietario.

 Otro aspecto importante en el proceso de acumulación capitalista sostenida como fuente generadora de la fuerza de trabajo es la familia nuclear, cuyo fábrica es  el trabajo doméstico cuya función principal es  producir  y reproducir  fuerza de trabajo.[5] Entonces  el salario se constituye como un organizador de la sociedad que  establece jerarquías (de poder) naturaliza el ocultamiento de otras formas de explotación como el trabajo doméstico siempre volcado a las mujeres. . Al darse la división sexual del trabajo se separa el proceso de producción de mercaderías por parte masculina y asalariada, del proceso de reproducción por parte femenina y gratis.

Esa es otra  forma de explotación laboral: continúa bastante invisibilizada.

Toda forma de explotación resulta ser la herencia  de las relaciones de dominación colonial.  Su reacción aparece en las sucesivas  luchas anticoloniales, en las luchas de los obreros industriales,  en las luchas feministas,  en las luchas por la emancipación de los estudiantes,  y en todas las luchas contra cualquier tipo de militarización de la vida, contra Vietnam en los años sesenta y setenta, etc. Todo ello puso en crisis los sistemas de dominación capitalista. 

No es coincidencia que a mediados de los setenta surjan nuevos procesos censuradores de esas luchas y reconduciendo la energía vital hacia otros senderos. América Latina lo sufrió en carne propia.

El neoliberalismo con nuevas formas de explotación: extractivismo, privatización de la tierra, ajustes estructurales, lapidario ataque al sistema de bienestar, a las pensiones y jubilaciones  y sobre todo a los derechos laborales.

Hoy por hoy la lucha se da en los lugares del trabajo asalariado[6], que de hecho están franco deterioro, pero también por los derechos de la tierra, contra la destrucción del medio ambiente, el extractivismo, la contaminación del agua y la deforestación.

Tal como piensa el Indio Solari: …cuando el agua sea más importante que el petróleo, vamos a ver el horror…

Debemos tener mucho cuidado y conjurar porque nos están arrastrando hacia   una sociedad de seres zombies y aislados.

Por eso, no te sorprendas, que a ti también te explotan.

La pandemia viene al dedillo.

                                                                                               J.J.D



[1] Es preciso tener en cuenta que durante la Revolución Industrial la clase obrera  trabajaba de 14 a 16 hs diarias, no podían reproducirse y morían a un promedio de 40 años.

[2] El poder le llama violencia cuando se protesta por sueldos dignos, o cuando se ocupa el espacio público para que los puedan escuchar. Parece no ser violencia la explotación y el maltrato permanente que sufren millones de trabajadores en todo el planeta.

[3] En ese contexto el poder capitalista otorga las 8 hs , pero reconfigura la estructura social tradicional  de la familia nuclear,  produciendo una división sexual del trabajo, transformándola en una fuente de producción (trabajo del varon) y reproducción (ocupación de la mujer en la casa preparando la nueva mano de obra, en condiciones de plena dependencia , explotación e invisibilización). Con esta reestructuración de la familia nuclear  surge un obrero pacificado y productivo. Queda muy atrás muy atrás el obrero rebelde  de la primera mitad del siglo XIX. 

[4] Es preciso entender que el trabajo tal como existe hoy no es una actividad natural y por ende es producido por el poder económico.

[5] Existen dos cadenas de montaje en este proceso: a) una que produce las mercancías y b) otra que produce a los trabajadores y cuyo centro es la casa.

[6] Porque los desocupados y marginalizados no tienen espacios para canalizar y reclamar, por lo tanto están totalmente desmantelados, desarticulados y afuera.

 

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