QUE NO SEA SIEMPRE TODO PARA ELLXS
La guerra es un estado permanente de supervivencia, en cualquier plano y en cualquier reino.
Estar alerta es primordial para vivir.
Estar alerta en pandemia es cuidarse y cuidar a los otros.
El espectro del contagio sobrevuela por todas partes.
Pienso que: “Pronto contacto será sinónimo de contagio”.
Nos podemos contagiar de un virus, nos podemos contagiar de alegría, de pasión. Pero también nos podemos contagiar de ideas que nos lleven al exterminio masivo.
Si estamos librando una guerra[1] contra un virus, cada quien seremos los combatientes imprescindibles contra la enfermedad.
Para librar una batalla victoriosa será necesario contar con recursos adecuados. En cualquier conflicto, tradicional o puramente tecnológico (a distancia) la trinchera resulta un espacio y tiempo adecuado para una defensa segura. En tiempos de pandemia se traduce como aislamiento, distanciamiento, reducción de la circulación, disminución de aglomeraciones y utilización de todas las estrategias para evitar riesgos de contagio.
Quienes dirigen esta guerra, planifican muy mal: estimulan para salir de las trincheras, lo cual produce relajación y por lo tanto se pierde el estado de alerta[2].
Salir de las trincheras es salir a trabajar, es asistir a la escuela, y a todas las actividades que requieren que la rueda del mercado (neoliberal capitalista) no se detenga. Esto es necesario en tiempos, digamos “normales”[3].
Me pregunto: ¿porqué casi todas esas personas con las máximas funciones en los tres poderes del Estado se encuentran en su gran mayoría atrincheradas, y altamente protegidas? ; ¿porqué no existen estrategias con atrincheramientos sectoriales y periódicos en toda la comunidad?
Eso garantiza que la curva de contagios descienda.
Para concretarlo se torna necesario distribuir equitativamente los vastos recursos acumulados parasitariamente - a costa de ajustes, miseria, desigualdad y explotación - a quienes más castiga la pandemia : pobres (trabajadorxs formales, informales, precarizadxs y desocupadxs), gente que vive en la calle, en los márgenes como así también la alicaída pequeña y mediana empresa, etc, etc.
Este es el nudo gordiano que hay que desatar. Como suele decir una trabajadora que entregaba entre 12 y 14 horas por día a una importante bodega de la zona, sin horas extras reconocidas, ignorada en sus condiciones laborales durante años, terminó renunciando, entonces le pregunté ¿porqué te fuiste? Y me dijo: “siempre, todo es para ellxs”.
“Salir de la trinchera, subir en transportes abarrotados, sin recursos, con mucho frío, en todos los espacios, sin vacunas, es simplemente empujarte al medio de la balacera, al centro del campo de batalla a ciegas. Si profundizamos las grietas que producen las elites enriquecidas que nos impulsan a pelear pobres contra pobres, y repetimos los discursos de odio que fabrican los medios hegemónicos, lograrán apagar la escasa memoria colectiva que nos queda como Nación. Entonces sí que será todo para ellxs”.
JJD
[1] Para mí no es una guerra. No hay valoración moral. A lo sumo estamos experimentando las consecuencias de el accionar humano sobre el ecosistema. Por lo tanto el virus, como cada uno de los seres vivientes posee su propio conatus, o sea intenta perseverar en el ser, intenta vivir, a como se de. Por eso necesita células para reproducirse. Por eso necesita medio de locomoción externo. Por eso necesita mutar. Y eso no tiene valoración moral. Sólo quiere vivir. En ese caso nosotros somos invadidos, afectados negativamente y muertos. Por lo tanto debemos desarrollar herramientas singulares y comunes para defendernos. Pero vamos a conceder ese modo de encarar la lucha contra la pandemia.
[2] Imaginemos los animales en la selva, en la sabana, o en cualquier espacio donde se desarrollen seres vivos en estado salvaje. Cualquier distracción o adormecimiento les costará la vida.
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