ALEGRÍA TRISTE
¿ Qué es la alegría triste?
No referimos de la alegría tipo jojojo, jajaja, jijiji. Esas son alegrías compensatorias.
Hablamos de la alegría como la entendía Spinoza: todo lo que consiste en colmar una potencia, es decir desarrollar todo lo que el cuerpo puede y desea. Y lo que cada cuerpo puede y desea puede ser tan diverso como apasionante.
La tristeza se da cuando nos separan de nuestra potencia, de lo que era capaz de hacer: “podría haber hecho eso”, “las circunstancias no me permitieron hacer eso”, etc , etc. ¿Qué lo impide?, pues algo que “puede” más. O sea que la tristeza es el efecto de un poder que no deja realizarme. Es un poder imperceptible pero que actúa sobre el cuerpo. El poder no actúa desde un lugar determinado. Es poder en relación (Foucault), y siempre nos atraviesa, desde cualquier escenario. Se manifiesta en las leyes, en la moral establecida, en las costumbres, en la religión, en la educación, en la familia, y en todos los dispositivos (institucionales) donde se generen relaciones jerárquicas.
Entonces cuando sientas que no puedes realizar tal o cual acción o deseo, es porque existe un dispositivo de poder que lo está impidiendo, y necesita validarse por medio de obturar tu potencia.
Ese poder cristaliza su “alegría” sostenida en tu tristeza.
Es una alegría triste.
Si el poder se ocupa de obstaculizar la efectuación de la potencia, el poder es triste.
No es la alegría como placer de estar contento consigo mismo, no. Para Nietzsche se trata del placer de la conquista. Explica Deleuze: “esa conquista no consiste en sojuzgar a la gente. La conquista es, por ejemplo, para un pintor, conquistar el color. Sí, eso es una conquista, sí. Ahí está la alegría”.
Entonces aquellas personas que ejercen el poder desde cualquier dispositivo (Institución) se regocijan mucho de tenerlo, entonces la suya es una alegría triste.
Concluimos con el maestro Spinoza:
«Evitemos las pasiones tristes y vivamos con la alegría para alcanzar nuestra máxima potencia; así, pues, hay que huir de la resignación, la mala conciencia, la culpabilidad, de todos los afectos tristes que explotan sacerdotes, jueces y psicoanalistas». Spinoza.
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