La vanidad engaña
Víctima de la cultura de masas y de la mercadocracia, la subjetividad es fabricada con moldes efímeros. Individualidades cuyo sentido de existencia es el consumo por el consumo mismo y la satisfacción inmediata. El tiempo sujeto a la vida productiva. El sujeto dependiente del tiempo productivo. En ese juego las vanidades se consumen en su hoguera, el tiempo pasa muy rápido, la vida también, sólo va quedando en nuestra endeble memoria los sucesos experimentados con intensidad. Freud dice que la masa es: “una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo”. Por lo tanto las masas conforman grupos humanos hipnotizados, de bajo rendimiento intelectual, que buscan someterse a la autoridad del líder poderoso que las domina por sugestión. El sujeto se transforma en lo mismo que consume: un objeto. El sujeto no decide, sólo consume, no tiene ni voz ni voto. Todas sus expresiones son consumidas, en alianza con las nuevas tecnologías, internet y las comunicaciones. Todo ello configura la sociabilidad neoliberal.
Una subjetividad marcada por el predominio de la imagen. Una imagen forjada como competencia en el mercado del buen gusto, de agradar, de caer bien, en definitiva de vender.
Hay que comprender que estamos insertxs en esta cultura de masas, paradigma del lazo social capitalista que segrega al sujeto.
Expresa la psicoanalista argentina Nora Merlín: “ la masa es el modo social paradigmático del neoliberalismo. Los medios de comunicación concentrados y corporativos son, en la mayoría de los países latinoamericanos, actores que cumplen un rol fundamental en la conformación y consolidación de la cultura de masas; a la vez, durante este proceso desarrollan una nueva epidemia social: una subjetividad sometida al mercado e hipnotizada por los medios”.
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