Patriarcado y maternidad
Sobre la represión de la madre se ha construido la historia universal de los últimos 5000 años
La “maternidad patriarcal” comenzó con la fundación de la civilización del patriarcado mismo y continuó hasta la fecha durante unos 5000 años.
Victoria Sau la describe como “una función-del-Padre” (Sau, 1995: 14,23) y Adrienne Rich, como “la institución patriarcal de la maternidad” (Rich, 1996:47).
La función de la maternidad en la civilización patriarcal tiene que ver con un proceso de apropiación de la capacidad procreadora de los cuerpos femeninos, manifestado en la apropiación de sus hijos y resuelta en la dominación de todo el orden reproductivo y también productivo. La rica experiencia de creación materna ha sido confinado durante mucho tiempo en dispositivos socio-políticos de encierro, aislamiento y exclusión de las mujeres.
Sobre esta represión se ha construido la historia universal de los últimos 5000 años.
La forma occidental de la maternidad en la civilización patriarcal está determinada por la libertad –principio basal de la modernidad misma– y es actuada como deber –segundo pilar moderno– pasivo, sumiso y silencioso.
La emergencia contemporánea de la subjetividad autoconsciente, autónoma y universal condujo al reconocimiento del cuerpo de las mujeres como sujeto libre y espiritual, si bien no en la praxis política, sí al menos en la teoría especulativa.
Con esto, la mujer abandonó la clásica materialidad de su esencia para convertirse en un una suerte de espíritu familiar o doméstico, cuya sustancia reside en la unidad con el varón, en su mutuo reconocimiento espiritual, consumado en el hijo.
“La relación madre-hijo es por naturaleza regresiva, circular, improductiva, y la cultura depende de las relaciones padre-hijo. Todo lo que la madre puede hacer por el niño es perpetuar una dependencia que impedirá el desarrollo posterior.
La maternidad en la civilización patriarcal es vivida por la subjetividad femenina como renuncia a la propia identidad, sacrificada por el cuidado de los hijos, la casa y, en particular, del esposo. Freud mismo reconoció que la maternidad patriarcal coincide con la conversión del marido en hijo,
y que la conyugalidad que la acompaña no está asegurada hasta tanto “la mujer haya conseguido hacer de su marido también su hijo y actuar como madre respecto de él” (Freud, 2003.XXII:124)
Hoy no se puede negar una profunda crisis de la familia conyugal, pero ello no significa una crisis del paradigma patriarcal sino más bien una renovación del mismo.
En efecto, la pareja heterosexual perpetúa el modelo hegemónico de familia y los cambios múltiples que surgen en la actualidad “no
comportan una disminución de la propensión a vivir en pareja (la que se mantiene casi inalterable en el curso del tiempo)” (Torrado, 2003:313). Divorcios, convivencias de hecho, rupturas, ensamblajes y multiplicación serial de conyugalidades parecen reforzar un mismo modelo, sin alterar de suyo
el control social de la maternidad.
La Madre, desde los orígenes de la humanidad, ha sido contención y cuidado, capacidad del otro en sí misma, reconocimiento amoroso de la diferencia. La Madre es reciprocidad, fuerza expansiva, deseo, y lo es en tanto que paradigma y función universal de todo el género humano.
Sin embargo desde hace 5000 años su capacidad creadora, ha sido sometida al servicio de una civilización de dominación, explotación y muerte.
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