JESUS FUE UN SUBVERSIVO
✊ Jesús histórico interpretado desde
la filosofía de Enrique Dussel: el rostro del Otro en la periferia del Imperio
Juan José Deliberto
I. La exterioridad como categoría
crítica
Dussel parte de una premisa fundamental: la modernidad no comienza en
el siglo XVIII, sino en 1492, con la conquista de América. Esto
implica que la filosofía eurocéntrica ha sido históricamente ciega al lugar
desde donde emerge el otro
del sistema: la periferia.
En su lectura del cristianismo, Dussel no lo
rechaza sino que lo relee desde la exterioridad:
desde las víctimas del sistema, desde los crucificados de la historia.
Jesús, en esta clave, no es el fundador de una religión
espiritualista, sino un profeta ético-político que
asume el lugar de la exterioridad respecto del poder del Imperio romano y de la
elite religiosa judaica que lo legitima.
Jesús es, para Dussel, una figura ética en el sentido más
radical: alguien que rompe con el orden establecido en nombre
del Otro —el pobre,
el impuro, el marginado—, a quien la ley ha excluido y el poder ha olvidado.
II. Jesús
como acontecimiento mesiánico liberador
En Filosofía de la liberación y Ética de la liberación en la
edad de la globalización y la exclusión, Dussel plantea que todo
sistema de poder tiende a cerrarse sobre sí mismo,
naturalizando su dominación. Frente a ese cierre, el acontecimiento mesiánico
irrumpe como un
clamor del rostro sufriente del Otro, que interpela al sistema
desde afuera.
Jesús, crucificado por el poder romano con el
aval del aparato religioso, es el símbolo pleno de ese Otro que interpela
al sistema desde su negación.
El mesianismo de Jesús, entonces, no debe
entenderse como una espera apocalíptica, sino como una práctica de liberación aquí y ahora,
en la historia. Su ética se traduce en una política: una comunidad de iguales,
una economía de la gratuidad, una ruptura con el fetichismo de la ley y del
Templo.
III. El
seguimiento (seguimiento de Jesús = praxis política)
Una categoría central de Dussel es el seguimiento (seguimiento de Jesús
o discipulado), que
no es una imitación moral ni una creencia dogmática, sino una adhesión práctica al proyecto
histórico de liberación iniciado por Jesús. Esto implica:
- Hacer justicia a las víctimas.
- Denunciar las estructuras de pecado
(económicas, políticas, religiosas).
- Construir comunidades donde se encarne la ética
de la vida por sobre la lógica de la muerte.
“Jesús no funda una religión, sino que vive una
opción ética radical por los pobres”, dice Dussel. Es el “modelo histórico de
liberación” que interpela aún hoy a los movimientos populares de nuestra
América.
IV. La
cruz como condena política
Dussel insiste en que la cruz no debe
espiritualizarse: es
un instrumento de ejecución del Imperio, reservado para
sediciosos. La cruz es el acto jurídico por el cual Roma define que
Jesús debe morir: su muerte es un acto político, no un designio teológico
abstracto.
Pero en esa muerte, Jesús desenmascara el sistema:
deja ver que la ley, el Templo y el orden imperial están construidos sobre la
exclusión de los inocentes.
Así, la cruz no es redención por el sufrimiento,
sino revelación del carácter
sacrificial del sistema.
V. El
Reino de Dios como utopía realizable
Para Dussel, el Reino de Dios no es un más allá,
sino un proyecto histórico de
realización de la justicia. La utopía del Reino es el nombre
que toma la promesa de una comunidad
sin dominación, que nace ya en los gestos de Jesús:
- en la comida compartida,
- en el perdón que rompe el círculo de la
deuda,
- en la dignidad otorgada a las mujeres y
enfermos.
El Reino es una utopía concreta, no ilusoria.
Es un horizonte que orienta la praxis y que se juega en lo cotidiano de los pueblos.
🧭 Conclusión: Jesús como
liberador de la periferia
Desde la filosofía de Enrique Dussel, el Jesús
histórico no es un objeto de devoción sino un acontecimiento de interrupción ético-política,
que encarna el clamor de los pobres y funda un camino de liberación. Es la figura del Otro absoluto
que resiste al fetichismo del sistema, que se sitúa en la exterioridad y desde
allí interpela la totalidad del poder.
Su tarea política fue mostrar que el poder que
se disfraza de ley o de Dios puede ser desobedecido en nombre de la vida.
En ese sentido, Jesús es el precedente mesiánico de todo
movimiento de liberación popular. Y por eso mismo, su figura
sigue siendo incómoda: porque no puede ser integrada sin vaciarla, ni aceptada
sin traicionarla
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