“Mecanismos de desigualdad"

 


Mecanismos de desigualdad: el acaparamiento de oportunidades entre la teoría relacional y la colonialidad del poder”


Introducción

En La desigualdad persistente, Charles Tilly propone una interpretación relacional y estructural de la desigualdad social que desafía las explicaciones basadas exclusivamente en el mérito individual o las capacidades personales. Uno de los mecanismos centrales que identifica es el acaparamiento de oportunidades, definido como el proceso mediante el cual ciertos grupos sociales monopolizan el acceso a recursos valiosos —como empleo, educación, tierra o poder político— e imponen barreras para excluir a otros grupos. Este proceso no sólo consolida privilegios sino que reproduce, de manera histórica y sistemática, categorías sociales jerarquizadas como la clase, el género, la raza o la nacionalidad.

En el contexto latinoamericano, este concepto adquiere una densidad particular al ser analizado a la luz de las estructuras históricas heredadas de la colonización. La persistencia de mecanismos de exclusión racial, económica y epistémica evidencia que el acaparamiento de oportunidades no opera únicamente en términos materiales, sino también simbólicos y culturales. Autores como Aníbal Quijano y Maristella Svampa han mostrado cómo la colonialidad del poder y los modelos de desarrollo extractivistas reproducen desigualdades estructurales bajo nuevas formas. Así, el aporte de Tilly se vuelve clave para comprender cómo las elites latinoamericanas han configurado sistemas de exclusión que perpetúan la desigualdad en nombre del progreso, la modernidad o la meritocracia.

Este ensayo se propone analizar el concepto de acaparamiento de oportunidades desde una perspectiva crítica, articulando la teoría relacional de Tilly con los aportes de la sociología latinoamericana. A partir de ejemplos históricos y contemporáneos, se buscará evidenciar cómo las desigualdades sociales no son residuales ni accidentales, sino el resultado de prácticas sistemáticas de dominación que operan a través de redes, instituciones y discursos.





2. El acaparamiento de oportunidades: una aproximación desde Charles Tilly

Charles Tilly, sociólogo histórico de tradición relacional, propone en La desigualdad persistente (1998) una comprensión de la desigualdad como un fenómeno producido y reproducido activamente por las relaciones sociales. A diferencia de las explicaciones economicistas o culturalistas que tienden a naturalizar las desigualdades o atribuirlas a déficits individuales, Tilly enfoca su análisis en los mecanismos sociales que generan y sostienen estructuras jerárquicas.

Entre esos mecanismos, el acaparamiento de oportunidades se destaca por su capacidad de explicar cómo ciertos grupos establecen fronteras que les permiten mantener el control exclusivo sobre recursos escasos y valiosos, excluyendo sistemáticamente a otros. Este mecanismo no requiere violencia física, sino que se basa en la institucionalización de barreras formales (como credenciales, títulos o leyes) e informales (como redes de contacto, estigmas o normas sociales).

Para Tilly, el acaparamiento opera en tres niveles: estructural, mediante instituciones que codifican el acceso desigual; relacional, a través de vínculos que refuerzan privilegios o exclusiones; y categorial, al fijar identidades sociales duraderas (como clase, raza o género) que justifican y refuerzan esas desigualdades. Así, el acaparamiento no solo genera disparidades económicas, sino que también produce formas de clasificación social que cristalizan en jerarquías estables a lo largo del tiempo.

En este sentido, Tilly aporta una noción dinámica y conflictiva de la desigualdad: no como una diferencia de resultados, sino como una relación de poder entre grupos que buscan proteger sus ventajas a través de mecanismos que se naturalizan y perpetúan socialmente.



3. Colonialidad, clase y exclusión en América Latina: el cruce con la sociología crítica latinoamericana

El concepto de acaparamiento de oportunidades propuesto por Charles Tilly encuentra un campo fértil de expansión cuando se articula con los aportes de la sociología crítica latinoamericana, especialmente con el pensamiento decolonial y las teorías sobre la reproducción estructural de la desigualdad en contextos poscoloniales. Mientras Tilly analiza la producción de desigualdad desde un enfoque relacional centrado en las dinámicas históricas de exclusión, los pensadores latinoamericanos subrayan la persistencia de una matriz de poder colonial que sigue organizando jerarquías raciales, económicas y epistémicas en la región.

Uno de los autores clave en este cruce es Aníbal Quijano, quien introdujo el concepto de colonialidad del poder para explicar cómo, tras la conquista de América, se estableció una clasificación social basada en la idea de “raza”, que articuló el control del trabajo, del saber y de la subjetividad. En palabras de Quijano, “América fue el laboratorio donde se gestó la articulación entre capitalismo y clasificación racial del trabajo” (Quijano, 2000). En este sentido, la colonialidad no se limita al pasado, sino que estructura el presente a través de mecanismos de acaparamiento que distribuyen desigualmente el acceso a los recursos, los derechos y el reconocimiento.

Complementariamente, autores como Maristella Svampa y Eduardo Restrepo han demostrado cómo las lógicas del desarrollo, el extractivismo y la modernización en América Latina reproducen dinámicas de exclusión similares a las coloniales, al acaparar territorios, recursos naturales y conocimientos en nombre del progreso. Svampa, por ejemplo, caracteriza el actual modelo de acumulación como “neocolonial”, en tanto impone formas de desposesión que afectan principalmente a los pueblos originarios, campesinos y sectores populares urbanos, al tiempo que legitima el privilegio de las élites como administradoras del futuro (Svampa, 2013).

Desde esta perspectiva, el acaparamiento de oportunidades no puede pensarse en América Latina sin tener en cuenta las huellas coloniales que persisten en las instituciones, los imaginarios sociales y las políticas públicas. La raza, el género y el origen territorial siguen operando como marcadores que definen quién puede o no acceder a oportunidades clave como educación, salud, tierra o representación política. Así, la desigualdad no es solo una injusticia económica, sino una forma estructural de organización social que se reproduce mediante mecanismos relacionales (como los analizados por Tilly) y dispositivos históricos de dominación (como los subrayados por la sociología crítica latinoamericana).

Este cruce teórico permite repensar la desigualdad no como un “déficit de desarrollo” ni como una herencia colonial ya superada, sino como un régimen activo de exclusión social que articula lo relacional y lo estructural, lo económico y lo simbólico, lo local y lo global.





4. Casos ilustrativos: educación, trabajo y tierra como espacios de acaparamiento

El acaparamiento de oportunidades no se manifiesta únicamente en el plano abstracto de las estructuras sociales, sino que se encarna cotidianamente en espacios fundamentales de la vida social. En América Latina, la educación, el mercado laboral y el acceso a la tierra son tres ámbitos donde se materializan con claridad las dinámicas de exclusión sostenidas por grupos dominantes. Estos casos permiten observar cómo se entrelazan los mecanismos relacionales señalados por Tilly con las marcas estructurales de la colonialidad del poder.

4.1. Educación: una meritocracia aparente

En principio, la educación suele ser presentada como una vía de movilidad social y democratización del conocimiento. Sin embargo, en la práctica, funciona frecuentemente como un instrumento de reproducción de las desigualdades. En América Latina, las elites económicas han acaparado históricamente el acceso a los mejores sistemas educativos, tanto públicos como privados, mediante mecanismos de selección basados en capital económico, cultural y simbólico.

Por ejemplo, las universidades de mayor prestigio —ya sean públicas o privadas— imponen barreras de entrada que excluyen a las clases populares: exámenes de ingreso altamente competitivos, trayectorias escolares previas deficientes, costos ocultos (materiales, transporte, tiempo), y una cultura institucional que refuerza la distancia social. Como plantea Pierre Bourdieu, el sistema educativo premia a quienes ya están mejor posicionados, generando una ilusión meritocrática que legitima el privilegio como si fuera fruto del mérito individual.

En este sentido, la educación se convierte en un espacio donde opera el acaparamiento de oportunidades mediante una lógica relacional: las redes familiares, los recursos simbólicos y la pertenencia de clase configuran un sistema de acceso restringido, que preserva los beneficios para los grupos ya privilegiados.

4.2. Trabajo: informalidad, segmentación y exclusión

El mercado laboral latinoamericano también reproduce el acaparamiento de oportunidades a través de una segmentación estructural entre empleo formal e informal, donde el acceso a derechos laborales, salarios dignos y estabilidad está concentrado en un sector limitado de la población. El resto se ve empujado a la precariedad, la informalidad o el autoempleo forzoso.

Las empresas y sectores de mayor rentabilidad emplean filtros formales como títulos, experiencia y “presentación personal”, pero también barreras informales como la clase social, el lugar de residencia o la racialización. De este modo, la elite mantiene el control sobre los puestos de poder y decisión, restringiendo el acceso a los sectores populares, indígenas o racializados, que quedan confinados a tareas mal remuneradas o estigmatizadas.

El trabajo doméstico es un ejemplo paradigmático. En gran parte de América Latina, continúa siendo realizado mayoritariamente por mujeres pobres, muchas veces racializadas o migrantes, en condiciones de informalidad. Como ha señalado Ochy Curiel, el género y la raza se articulan con la clase para justificar este tipo de exclusión estructural.

4.3. Tierra y territorio: la continuidad del despojo

El acceso a la tierra y al territorio ha sido históricamente uno de los núcleos más visibles del acaparamiento de oportunidades en América Latina. Desde la colonización hasta los procesos contemporáneos de extractivismo, las élites han consolidado formas de propiedad y uso del suelo que excluyen a comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes, negándoles no solo recursos materiales, sino también modos de vida, cultura y autonomía.

A través de políticas estatales, concesiones mineras, agronegocio o megaproyectos, los gobiernos y empresas privadas continúan expandiendo la frontera del despojo en nombre del desarrollo. Como ha demostrado Maristella Svampa, el modelo extractivista impone una lógica de acumulación por desposesión, donde el acceso desigual a la tierra se legitima como sacrificio necesario para el crecimiento nacional.

Aquí, el acaparamiento de oportunidades se manifiesta no solo en términos económicos, sino también epistémicos y simbólicos: las formas de conocimiento ancestrales, las prácticas agrícolas comunitarias y las cosmovisiones no occidentales son sistemáticamente desvalorizadas, negando así el derecho a habitar, producir y pensar de manera autónoma.





5. Reflexiones finales: hacia una sociología relacional situada

El análisis del acaparamiento de oportunidades como mecanismo estructurante de la desigualdad permite comprender que las disparidades sociales no son meras diferencias de resultados individuales, sino productos de relaciones históricas de poder que se estabilizan, se legitiman y se perpetúan a través del tiempo. La contribución de Charles Tilly ha sido fundamental para señalar el carácter relacional y procesual de estos mecanismos, mostrando que las desigualdades se producen cuando ciertos grupos delimitan fronteras que protegen su acceso privilegiado a recursos escasos, al tiempo que excluyen sistemáticamente a otros.

No obstante, la especificidad histórica y colonial de América Latina exige ampliar esta mirada relacional desde una perspectiva situada, que incorpore los aportes de la sociología crítica latinoamericana. Conceptos como el de colonialidad del poder (Quijano), acumulación por desposesión (Harvey) y modelo de desarrollo extractivista (Svampa), permiten contextualizar el acaparamiento de oportunidades en marcos de dominación más amplios, que combinan desigualdad económica, subordinación epistémica y exclusión territorial.

Desde esta articulación teórica, se revela con mayor nitidez que los privilegios de unos no son sostenibles sin las restricciones impuestas a otros. La educación, el trabajo y el acceso a la tierra no son simplemente bienes a los que se accede según el esfuerzo, sino campos de disputa, donde los grupos sociales luchan por definir quién tiene derecho a qué y bajo qué condiciones. Estas disputas, lejos de ser excepcionales, constituyen la trama misma de la vida social en nuestras sociedades desiguales.

Pensar la desigualdad desde esta perspectiva implica abandonar las narrativas meritocráticas y funcionalistas, para abordar de manera crítica las formas concretas de exclusión que operan en nuestras instituciones, discursos y relaciones cotidianas. Sólo así será posible construir alternativas que no se limiten a redistribuir oportunidades dentro de un sistema que sigue siendo excluyente, sino que cuestionen de raíz los dispositivos que naturalizan la desigualdad como algo inevitable.

En suma, avanzar hacia una sociología relacional situada, capaz de articular las herramientas analíticas de Tilly con las críticas estructurales y decoloniales latinoamericanas, puede abrir el camino para una comprensión más compleja —y políticamente comprometida— de la persistencia de la desigualdad en nuestra región.










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