EL MITO DEL CAPITALISMO VERDE
El mito del capitalismo verde
Nos dicen que la solución está en consumir distinto. Que compremos autos eléctricos, usemos bolsas reutilizables y tomemos café en vasos reciclables. Que el problema no es el sistema, sino nuestros hábitos. Bajo el nombre de “capitalismo verde”, los grandes poderes intentan convencernos de que podemos salvar el planeta sin cambiar nada de fondo. Pero como advierte Kohei Saito, ese relato no solo es falso: es funcional al desastre ecológico que vivimos.
El capitalismo verde es una estrategia de maquillaje. Promete armonizar crecimiento económico infinito con sostenibilidad ecológica, cuando en realidad la lógica del capital es incompatible con los límites del planeta. La acumulación constante requiere extraer, producir, explotar y consumir cada vez más, sin respetar los ritmos de regeneración de la naturaleza ni la vida de las comunidades que habitan los territorios saqueados.
Las supuestas soluciones tecnológicas —desde el fracking hasta la minería del litio para las baterías— no disminuyen la destrucción ambiental, sino que la desplazan o la transforman en nuevas formas de contaminación. La eficiencia energética no reduce el consumo: lo multiplica. Es la paradoja de Jevons en acción. Más eficiencia significa más producción, más demanda, más extractivismo.
Mientras tanto, los países ricos siguen transfiriendo los costos ecológicos al sur global. Se apropian de los recursos, contaminan los territorios y luego culpan a los pueblos por no ser “sostenibles”. Es el viejo colonialismo, pero pintado de verde.
No habrá justicia climática sin justicia social. No hay ecología real sin transformación radical. Y no habrá futuro habitable mientras el capital siga rigiendo la relación entre humanidad y naturaleza. El capitalismo no se volverá verde: o lo superamos, o no habrá planeta que salvar.
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